Taeko Okajima es una joven de veintiocho años que coge unas vacaciones para poder regresar a su casa de Yamagata, al pueblo de su cuñada, donde de niña conoció los momentos más felices. En el transcurso de su viaje a la granja de sus familiares, Taeko recuerda su pasado en el colegio, mientras al mismo tiempo se enfrenta a su presente, sin saber muy bien qué hacer y si debería aceptar la propuesta de noviazgo de Toshio, un joven granjero por el que siente un gran cariño. Así, saltando del presente al pasado, Taeko se dispone a tomar la decisión más importante de su vida.

Recuerdos del ayer (1991), el sexto largometraje dirigido por Isao Takahata, nació a partir del manga homónimo creado por Hotaru Okamoto y Yuko Tone y, aunque al principio nadie lo esperaba, se convirtió en un gran éxito entre el público adulto japonés. En principio, su naturaleza argumental se podría decir que está anclada en el mundo del melodrama realista con una especial orientación hacia el sector femenino.

Con la Danza húngara Nº. 7 de Brahms de fondo, Recuerdos del ayer, también titulada entre nosotros Los recuerdos no se olvidan, explora con sutileza y precisión un singular terreno, el de la evolución de los sentimiento y los recuerdos con el paso del tiempo, dando rienda suelta de ese modo a una nueva faceta expresiva de Takahata, un cineasta que, al contrario que Miyazaki, parece buscar de manera obsesiva un cambio de estilo, género y público en cada una de sus producciones. En este caso, para dar más sensación de realidad, Takahata procedió de manera inversa a como se trabaja habitualmente, primero grabó los diálogos y luego ajustó la expresión de los dibujos. El resultado seduce por su verosimilitud y atrapa por la capacidad de ensoñación y ternura que provocan los personajes y los paisajes recreados.